Mester de bloguería
A raíz del diplomado de culturas juveniles, de mi inmersión cual mosca en la web y de algunos artículos que escribí; me interesé en el asunto de la cibercultura y de la cibersociología. Así que era natural que me llamara la atención la conferencia sobre weblogs que ví promocionada en el blog de G. Vega y no teniendo nada mejor que hacer, me enfilé hacia Coyoacán.
Llegué puntual como nunca y empezó tarde como siempre, así que fui con los vecinos del Jarocho por mi kit universitario que si mi memoria no falla consistía en: café late, cigarros Príncipe y cerillos porque nunca traigo.
Pensé que sería algo más relajado y comunitario. Pero no. Por un lado se agradece tan buena organización (aunque a la mera hora falle la materia prima del bloguero: la computadora), pero por otro me sentí en conferencia del Tec con edecanes, hojitas de registro, set de material y nomás les faltó el coffee break que se hubiera agradecido harrrrto porque había muchos, demasiados ponentes de los cuales, sinceramente, no todos eran imprescindibles.
Una participación que me parece que no se valoró en su justa dimensión, fue la de José Luis López en lo que se refiere a divulgación científica. Breve pero contundente y muy gráfica pues sé lo que a los científicos les cuesta publicar un artículo y más o menos sobre ello versó su onda de la divulgación.
Lo que expuso Alberto Chimal me pareció acertado en cuanto al deslinde y desprecio de muchos Escritores (con mayúscula... of course) por el crecimiento de los blogs. Para mí, que esa postura encierra cierto celo respecto que ahora cualquiera puede escribir. Ya hacía falta que todos los cualquieras nos pusieramos a tirar nuestro rollo.
La verdad es que me salí porque yo tengo el cerebro conectado al trasero y en cuanto me empieza a molestar la silla, me desconecto del asunto y sólo pienso en la pierna izquierda, la nalga derecha, la espalda y la cadera. Así que me salí por un cigarrín y me perdí no sé qué.
De lo que dijo Armando Sámano, un blogger promedio, quien resumió buena parte de lo que siente el blogueado; nomás rescataría lo siguiente: La ganas de exhibirse y de ser leído. Como en mi caso. Tal y como dice ahí arribita en este blog: Espejo de Beatriz Patradox para deleite de su soberbia y de alguno que otro voyeur. Pues sí, me gusta que me lean, pero más adoro leerme yo. Además es un buen remedio contra el alzheimer y el si te ví ni me acuerdo.
Cuando empecé con esto del blog, supuse que me leerían esquimales, por ejemplo. De hecho los primeros lectores que tuve y los primeros blogs que leí, que me enlazaron y que enlacé eran argentinos. Jamás supuse que los pobladores del infierno chico me leyeran y eso marcó cierta censura. Después me enteré que me leía mi familia y de ahí que también parezca que soy más buena de lo que en realidad soy. A mí qué me importa que N.N. que vive en la Patagonia, se entere de mis deslices. Pero sí me importa que mi vecino sepa lo que ocurre en el piso de abajo.
Además de los tips Raul Ramírez dijo algo fundamental: El blogero lo hace por diversión. Por otra parte, en lo personal, esto de bloguear me ha permitido sostener un hilo, a veces débil, con el hábito de la escritura muy aparte de lo que escriba en términos de literatura o de los artículos que por gusto o por obligación tenga que hacer.
Orihuela por supuesto y como lo sospeché desde un principio, fue la cerecita del pastel. Muy ilustrativa su charla, aunque me parece que se sostuvo en un nivel muy básico. Sin embargo, me pareció excelente el recuento histórico y algunas reflexiones.
Todos los ponentes en general, bien. Aunque algunos temas de plano me causan ronchas. Soy prejuiciosa, qué se le va a hacer. Así que negocios, mercadotecnia y demás, aunque no fue tan denso como pensaba, sigue lejos de mi área, que a ciencia cierta no sé cuál es, pero esa no es.
El asunto es que finalmente los blogueros somos como los juglares del siglo XXI. Cada uno interpreta el mundo y se pone a cantarlo en su blog. Algunos son juglares de largos alcances, otros somos los juglares de la cuadra. Algunos hablan de la guerra y otros hablamos nomás de nuestro ombligo, que bien mirado puede ser un submundo interesante.
El caso es que después de dos horas y media de rollo y rollo, decidí volver a los clásicos y pasé a la Gandhi a comprar un par de libros. Para ciertas cosas seguiré prefiriendo el papel. Para ir al baño también, pues aunque hay blogs malísimos no sirven para tal efecto.
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