La Habana, los ojos y el curry
Lo vi en un paso peatonal y me recordó al hombre aquel que me dijo con su acento marcado "I want to marry you". La verdad es que yo le había hecho ojitos en las escaleras eléctricas porque me hipnotizaron sus ojos y me pareció muy exótico. Él iba pa abajo y yo pa' arriba, o al revés, da igual, no es importante porque al poco tiempo me localizó y se colocó delante de mí con tres hombres más detrás de él. Me extendió su tarjeta de presentación en un papelito muy curioso. Ya no me acuerdo de su nombre pero era algo así como Bhramaputri Lakahsmati o una combinación de letras de ese tipo. Me presentó a su séquito con nombres igual de raros e impronunciables y me dijo que todos eran de su partido. Entonces vi su tarjeta: líder juvenil de un partido de izquierda de la India. Miró a sus súbditos carga portafolios y se fueron por ahí para dejarnos solos y no sé de qué diablos hablamos con mi chapurringlish y su darjeelinglish pero me resultó muy simpático el tipo.
Al día siguiente lo volví a ver y salimos del centro de Convenciones a dar un paseo. Me regaló una florecilla, me contó que quería candidatearse para gobernar su ciudad y me pidió un beso (sí, sí, me lo pidió) y ahí voy yo, a darle el beso porque me dio la gana, porque yo tenía veinte años, porque me pareció un verdadero intercambio cultural y porque tenía unos ojos ojerosos negros increíbles.
Quedamos de vernos en la noche en una de las muchas fiestas que había por toda La Habana pero llegó mi vecinito, un cubano guapísimo que me invitó un ron y otro ron y otro ron hasta que no me pidió ningún beso, me lo dio y punto. De hecho, no fue uno sino varios puñados así que dejé plantado a mi hindú.
Al día siguiente, entre la resaca y la vergüenza, no fui al centro de convenciones pero ¡zaz!, que me lo encuentro en el Capitolio con Camilo Cienfuegos de cera como testigo. Le ofrecí mis apologies y dimos un paseíllo por ahí. Me mostró unas rupia después me las regaló y entonces fue cuando me dijo que se quería casar conmigo. Yo me reí pero el tipo estaba super serio. Y entonces, me reí más de los purititos nervios. Me dijo que no era broma. Se me pasó la risa y traté de hilvanar un discurso coherente con mi pinche inglés. Total que me pidió otro beso y se lo di, acompañado de mil excusas, en compensación por mi negativa de matrimonio. En ese entonces no había visto ninguna película de Bollywood, porque si no, capaz que le digo que sí sólo por tener mi monsoon wedding.
El hindú era originario de Nalgonda, así que en caso de haberse candidateado y de haber ganado y de yo haber aceptado su propuesta de matrimonio, me hubiera convertido en... ¡La primera dama de Nalgonda! ¡Qué buen título! ¡Qué acertado!
Pero nada, yo me había quedado de ver esa noche con el cubano ojiverde para ir al concierto de Silvio y darnos otra sesión de besos frente al mar.
Y de todo eso me acordé ayer, mientras cruzaba frente a La Boquería y vi a uno que se le parecía, aunque ya no estoy segura, no me atreví a mirarle bien los ojos.
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