Ventafocs
Ahí estaba el zapato blanco, lleno de lentejuelas, a mitad de las vías. Quizá las cenicientas modernas pierden el último tren o pierden la vida en el intento. Hoy en día ya no se gana. Lo que nunca pierden es el otro zapato y mucho menos el estilo: con este frío, sólo una Cenicienta podría andar con la cojera descalzada y será capaz de abandonar ese zapatito blanco de tan percudido y finísimo de tan corriente.
Cenicientas de periferia abundan por aquí. Abordan el metro para ir y esperan volver en un coche tuneado que deje su estela reggeatonera en medio de la noche. La gente parece no mirar el zapato y a mí me dan ganas de gritarles: "Ey, Cenicienta pasó por aquí" pero nadie se hace cómplice de mis ilustraciones, todos miran el reloj.
Todos son conejos.
Yo siempre quise ser Alicia pero el destino me redujo a oruga.
Ahora soy una oruga con I-Pod que se rueda sus propios videoclips mentales a falta de sueños de opio.
Creo que ya había escrito esto de que me equivoqué de cuento y de que soy la oruga. Pero es que me equivoqué de cuento y soy la oruga.
Pero es que mire, ¿lo ve?
Cenicienta pasó por aquí mientras yo fumaba tabaco.
Ella en cambio, se largó con el traficante de opio.
Ya no hay sueños que no paguen peaje.
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