De la gente fea que hay por el mundo
Cuando pensaba que ya no existe gente así en el mundo, que son esterotipos sin cara ni ojos, que lo mío nomás son ganas de exagerar; volví a encontrarme con la mujer más estúpida y cretina que he conocido en los últimos 31 años.
Me resulta increíble que en pleno siglo XXI y que en este país que se las da de primermundista, exista una mujer como ella. Una mujer que basa su felicidad en ser totalmente KKK (Kinder (niños), Küche (cocina) y Kirche (iglesia)) y que además se la pasa dando consejos sobre detergentes, sobre cómo aprovechar las sobras y sobre cómo lograr que tus copas (no las del brassiere) queden deslumbrantes.
La pobre infeliz va y se topa conmigo y mi jeta de tres metros.
Le bostezo en la cara.
Me tomo litros y litros de vino y coñac para ver si borracha la tolero.
Me da resaca (no la bebida, ella).
Mira mi sillón y dice que es de los baratos.
Además no para de hablar, de decir estupideces, de criticarlo todo, de gritarle al niño, de decirle al pobre mequetrefe de su esposo que es tal, tal, tal...
Le solté un par de ironías pero no se dio por aludida (mucho pedirle a alguien que citó dos veces al programa "del tomate" -léase el "Ventaneando" español- como fuente de información).
La próxima vez, le vomito los zapatos (por cierto, qué zapatos más horrendos)
¿Que quién es esta imbécil?
Pues mi prima política.
Y ya se sabe: la política es una mierda.
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