Razón #14 para odiar estos días
Por estos días, la vida se me sostiene con alfileres, grapas y falsos botones y debo quedarme quieta y moverme nada o poco porque a la mínima fluctuación del viento, termino recogiendo el desmoronado ánimo con la punta de la lengua.
Este año, cuando pensé que ya era prueba superada y mi eficiente lavado de cabeza llegó a tal grado que incluso acepté de buen grado regalos del calibre de un costurero (sí señor y yo que me quejaba de que me regalaban cinturones dorados), todo se derrumbó dentro de mí, dentro de mí, hasta mi aliento ya, me sabe a hiel, me sabe a hiel.
Tengo una larga lista de culpables y de situaciones culpabilizadoras, pero al final la culpa de todo la tiene mi ordinariez y mi vulgaridad. Porque es francamente vulgar ponerse sensible en navidad. En nada se distinguen mis neuras de la tristeza disfrazada con esferitas de la maruja que se conmueve con las telenovelas. No hay diferencia entre mi evasión de la realidad y la peda maratónica que se acomoda el burócrata con Brandy Presidente para olvidarse de que lleva año tras año tras año cagándose sobre su familia.
Después de tanto tiempo con la misma sensación estereotípicamente cíclica, absurdamente Grinch, vulgarizadamente Scrooge, llego a la conclusión de que soy absolutamente ordinaria y vulgar.
¡Soy totalmente Naif!
¡Qué depresión!
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