Cuento infantil de Navidad para niñas ñoñas
Entonces tenía seis años y una Barbie de blonda cabellera trajo consigo maldiciones infinitas. Entre sus trajes de tul y estrellas brillantes guardaba un bonito mensaje:
"Santa Claus no existe, tu abuelo no sabe guardar bien los juguetes, tu padre ha hecho un berrinche inmenso por su niña y con esto se abre la serie de navidades de mierda que te esperan"
Mi venganza personal tomo dos flancos. El primero contra los heraldos malditos. Les mordí las piernas de plástico chirriante a todas las Barbies hasta dejarlas en muñones. Las pinches barbies salieron ganando y todas se convirtieron en inútiles princesas que ocultaban sus deformidades bajo largos vestidos comprados en el mercado. Princesitas del sobrerruedas de la Nápoles. Reinitas del tianguis de la Narvarte.
El segundo flanco fue contra mi propia familia. Un año despreciaba los regalos (la verdad había algunos horrendos como un cinturón dorado que me regaló mi abuela). Otro año me ponía muy enferma y amenazaba a todos con mis colgantes mocos. Un año más me peleaba con alguien y así... indefinidamente hasta que pasé la adolescencia y quedaba fatal seguir montando telenovelas. Fue entonces cuando entre sueños recibí la segunda parte de la profecía Barbie:
"Nunca serás como nosotras. Al contrario, serás una antibarbie y las navidades te traerán una tristeza tan honda que sólo podrás rellenar el hueco tragando como un puerco"
De haberlo sabido, en lugar de jugar a las princesas huevonas debí jugar a la Barbie exploradora y el mismo día de navidad la hubiera ahogado en la pantanosa olla de los romeritos.
Colorín colorado este cuento no ha terminado...
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