Círculos y listones
Hace tiempo que no saltaba de la cama para tirar letras y ver cómo hacen ondas en el agua.
Hace tiempo que no terminaba con el camisón exprimiéndome la paciencia y la vida acomodada en listas:
La de las cosas de casa pendientes.
La de las cosas que faltan en la alacena.
La de los trabajos académicos.
La de los días que faltan de clases.
La de los novios y amantes furtivos.
La de los correos que no he enviado.
La de las llamadas que no he hecho.
La de las cuentas del dinero que no tengo.
La del dinero de la hipotética loteria que no he jugado.
Después empiezan esbozos de listados que en realidad son nubarrones. Vergüenzas de ayer, frustraciones de hoy, desesperanzas de mañana. Todo se va cargando en la espalda y no queda más que salir huyendo impulsada por los resortes del desanatomizado colchón. Éxodo de la tierra del sueño.
Y luego viene la búsqueda de remedios: la pastilla que no hay, la leche que no pondré a calentar, el agüita de lechuga como mito jamás probado, la tila, el gordolobo, el pensar algo bonito, el cantarme canciones de cuna... Nada sirve.
Así que nomás tiro letras en este lago y miro los círculos concéntricos. No por nada. Sólo para cambiar círculos por listas y listones.
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