Crónicas de la conciencia y las patas negras.
(A Melissa por esperar conmigo y emigrar a tiempo)
Ambas teníamos la jodida sensación de estar en una sala de espera. Si me pongo caótica y tremendista, casi podría decir que era la antesala del infierno aunque sabiendo que del otro lado de la puerta en realidad hay probabilidades de acceder a un pedacito de paraíso. Aunque sea del paraíso de las cosas simples: querer, que me quieran, ver películas, salir de vez en cuando, jugar a ser feliz y buscar una chamba que se traducirá en un curro, tomar unas chelas transformadas en cañas y comerme un bocata con espíritu de torta. Pero no estaba hablando de eso. Estaba diciendo que las dos estábamos en esa pausa imprecisa que nos pilló en un mal gesto. Y buscábamos cosas qué hacer y como andábamos en plan de vaciarnos un poco de acá para llenarnos un poco de lo que vendrá, empezamos a divertirnos como dos cabezas huecas de las que tanto criticábamos.
Últimamente he descubierto que las cabezas huecas saben divertirse mucho porque no necesitan retacarse de cuestionamientos inútiles. Las dos sabíamos que era tiempo de no hacer nada. Una pausa para buscar lo que sigue sin saber bien cómo ni de dónde vendría. Y así, fuimos un día al Pata Negra natural mistic blowing in the wind y atascamos nuestra cabeza de gin tonics, porque a las dos nos gusta decir salud con esos vasos largos en donde un limón flota más decorosamente que nuestras voluntades. I will survive.
No recuerdo que pasó el primer día porque desde ese momento hasta el domingo por la mañana, me pareció que había sido en realidad una temporada confusa sin principio ni final. Recuerdo las rastas de Fito, Yo soy de la cruz del sur. Un seudogay cuya heterosexualidad nos decepcionó. Estaban ahí también Lenny Kravitz y Nicholas Cage en sus versiones tercermundistas. Groove is the heart. Bailé con Nicholas o en realidad el bailó conmigo haciendo gala de su sentido infrasexy de aprendida cachondez. Procura coquetearme muy? También bailé con un gigante, con un duende y con un ángel. En alguna canción abracé a Gaby con su sonrisa iluminada. Me encontré con Greta y un trocito de pasado. Belén, tan linda y recuperada y Eli tan loca como siempre. Dodó, mi doctor Daktari de la selva zapatista y Xaviera, médica de cabecera de pasones tlaxcaltecas. I feel good.
Y pasaba gente, y las dos ahí tomándonos el gin y el tiempo para que algunos se fueran y pudiéramos bailar por toda la pista con el tumbao que tienen los guapos al caminar exorcizando a la espera que nos tenía ahí, encerradas, disfrutando como locas una noche para tener nuevas culpas en el día. Voy a buscar, la paz interior en tu interior.
Coleccionamos historias, desde la del Tom Waits que me creía una lesbiana bonita, hasta Leo que pedía marihuana a Peter Fonda.
Sabíamos que era un momento, una manera de asesinar las horas disfrazadas de días en la sala de espera. Imposible hacer un CD acoplado con Cindy Lauper y Leonard Cohen, imposible que nos acompañen en nuestra locura forevereante. Imposible pedir que todos tengan un cachiporra y una risa fácil. Contigo me voy mi santa aunque me cueste morir. Y nos reíamos mucho de muchas tonterías. Y me decía que yo era sabia, pero yo sé que nunca lo suficiente. Pero ella se fue y me dejó aquí en un viernes sin Pata Negra y con ánimos negros esperando que mi tren pase por mí o encima de mí o que pase, pero que ocurra porque me canso de esperar mi viaje sin retorno a mi pedacito de cielo, a mi esquinita catalana, a mi futuro plagado de promesas. Y Oaxaca se pone cada vez más lejos.
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