Crónica de una boda anunciada
Después de cuatro años de sólido noviazgo, Mau y Rena unieron sus vidas bajo la bendición de un sacerdote que los exhortó a vivir en pareja mientras todos los invitados sudaban la gota gorda y se revolvían los bolsillos pues el padre no perdió la oportunidad de hacer su bisnes y solicitó, muy humildemente, que se mocharan con el varo. Asalto asistido por los ángeles del cielo.
La capilla abierta, bellamente decorada fue perfecta para que después del Aleluya a ritmo de mariachi todos nos quedáramos esperando el Mariachi Loco, mismo que no llegó pero que dio paso a otros típicos cantos eclesiales bajo la batuta de un charro panzón acompañado de celestial trompeta y tololoche.
Posteriormente, después de que Rena ofreciera su ramo a la Santísima Virgen (¿Por qué las novias le ofrecen el ramo a la virgen? Deberían ofrecerlo a María Magdalena), se sirvió un pequeño ambigú consistente en margaritas de diversos sabores y antojitos mexicanos. Ese fue el espacio para que los invitados palmotearan al novio y las invitadas dejaron porciones de su grueso maquillaje en el hermoso vestido de la novia confeccionado en shantung de seda por renombrado diseñador.
Posteriormente los invitados, asistidos por amables anfitrionas, fueron asignados en sus respectivas mesas en donde degustaron de confit de pato en hoja filo, sopa fría de pepino, pollo en salsa dequeso brie y variedad de postres y cafés que todos se zamparon con harto gusto.
El banquete fue amenizado por un saxofonista que nos ofreció todo su repertorio de música de elevador para después dar paso a los acordes clásicos de cualquier boda que fueron acompañados por un sinfín de artículos inútiles como boinas, pelucas, sombreros, moños y demás que todos los convidados utilizaron felizmente.
Posteriormente, a la pista saltaron todos los paisanos arabizados libanizados que bailaron inclusive Hava Naguila, pero como el ritmo se parece, nadie reparó en danzar también esta melodía limando todas las rencillas ancestrales. Al concluir los desaforados acordes medio-orientales (y digo medio orientales porque la mitad era oriental y la otra mitad era lírica del conjunto versátil), se procedió a la tradicional Víbora de la Mar en donde todas las solteras se dieron cita para obtener el anhelado ramo, mismo que se llevó la prima gorda (osease yo) para sorpresa de las lindas jovencitas que deseaban fervientemente obtener tan preciada presea.
Después de varios éxitos bailables entre los que se cuentan Carnaval, Qué bello, Popurrí de timbiriche y otras obras cumbres del repertorio popular, sirvieron los tan ansiados chilaquiles que marcaban la conclusión de tan bonito evento.
Al día siguiente los novios partieron rumbo a exóticas playas de Asia a disfrutar de su luna de miel. Los invitados con la cruda a cuestas degustaron platillos propicios para paliar esa sensación de desasosiego que producen las borracheras memorables. El ramo lo olvidé en un vaso pero lo haré válido en cuanto decida sentar cabeza.
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