No sé porqué me acuerdo de estas cosas
Haciendo cuentas, tenía menos de ocho años cuando vivía en un edificio de Avenida Universidad.
Recuerdo que enfrente vivían unas niñas un poco más grandes que yo. Su mamá las iba a ver de vez en cuando y pasaban todo el tiempo con su abuela que les pegaba con el sartén. Arriba vivía una niña de mi edad, pero al parecer sus papás y los míos tenían problemas con los coches en el estacionamiento, además se ponía los tacones de su mamá y hacía un ruido que a la mía le ponía de pésimo humor.
En el segudo piso, que era el de abajo del nuestro, vivía Rodrigo. Era más pequeño que yo, pero me encantaba ir a su casa. Primero, porque siempre olía a Suavitel y segundo porque sus juguetes me parecían mucho más interesantes que los míos. Tenía el Hulk relleno de melaza y una vaca que podías ordeñar. Pero lo que más recuerdo, es aquel día que dejando toda su parafernalia juguetera, le pedí que jugáramos al circo y caminamos por el pretil de la ventana hasta que nos descubrió su madre. Toda la culpa era mía, porque yo fui la de la idea y porque era mayor. Me regañaron muchísimo ese día.
Desde entonces estoy obsesionada con los circos, con las ventanas y con el miedo a caer.
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