miércoles, septiembre 29, 2004

¿Sería usted tan amable de dejar de joderme la pituitaria?

Es que esta niña es muy amable, toda lindura. Es tan detallista y considerada que es la única que a estas alturas todavía me trae regalos: chocolates, duraznos, cajitas de origami y ositos de goma.
Es tan dulce, que cuando la caga sonríe tímidamente y me dice con su voz aniñada "es que yo pensaba que..."
Y bueno, yo aguanto vara con mi geta de no importaaaaaaa. Podría perdonarle todo menos el acento que le ha puesto a su dulzura con esa horrenda fragancia de Avon.
¿Cómo diablos le explico sin herirla que su pinche perfume me está trepanando el cerebro hasta sentir como mi globo ocular pende de un mucoso ligamento?
Mientras se me ocurre una táctica políticamente correcta, todo lo trato vía teléfono.
Lo malo es que no es la única... hay otra que está peor pero que se le perdona porque está instalada en sus cuarenta años con hijos adolescentes y divorcio en ciernes. Pero la niña no, la niña todavía es un cuerpo salvable de la ignominia de la bergamota, notas de sándalo, maderas diversas, acentos florales y meados de zorrillo.

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