Barcelona otra vez...
Dos pastillas de Dramamine y el asiento vacío de junto hicieron de mi regreso lo más parecido a la teletransportación. Ni siquiera abrí la novelita rosa que me llevé para hacerme pendeja y no quebrantar mi regla general de no hablar con el resto del pasaje. Me dormí después de devolver la bandejita de la cena casi llena y me desperté con la pregunta "coffee or tea" coffee of course, coffee para despertar a bordo del dinosaurio, pero yo ya no estaba ahí... córrele pa' alcanzar el otro avión.
Cuando oí el acento argentino del trabajador con chaleco reflectante, empecé a asimilar que había vuelto. Me lo confirmó después el politono de reggaeton y ya de pura coletilla folklórica la conversación en catalán de dos que esperaban sus maletas. Para mi increíble suerte, las mías fueron las primeras en salir. Nunca antes me había pasado. Señal inequívoca de que la vida se me pone amable.
Todavía no termino de desempacar los 46 kilos de equipaje ni empiezo a cumplir la indigesta cantidad de buenos propósitos para este año. En eso sí soy muy clásica: formulo propósitos que rara vez se cumplen y que tienen que ver con dejar de ser "el ser" para empezar a ser "el deber ser". Ya veremos si el año se decanta favorable hacia la felicidad simplona de las tareas cumplidas o si se prolonga el eterno lamento del hedonismo culposo.
La cuestión es que ya llegué.
"Benvinguda"
Sí, ajá.
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