jueves, enero 29, 2009
Cinco cosas que odié de México
Una vez superado el trauma de volver del terruño y con la serenidad que otorga distanciarse de los acontecimientos, ahora sí, procedo enumerar las cinco cosas más insoportables de mi estancia en el DF.
1. Los coches y camionetas disfrazados de reno: ¿A quién diablos se le ocurrió semejante derroche de naquez y mal gusto? ¿Para qué diablos te gastas tanto dinero en comprarte una camioneta si acabarás poniéndole astas y nariz? Para empezar, me enteré de que eso pretendía ser un reno algunos días después. Primero pensé que se trataba del "Primer Festival del Cangrejo" porque la supuesta cornamenta queda ridícula montada sobre una Hummer y parecen dos patas de crustáceo. Lo peor fue darme cuenta de que era un fenómeno frecuente, no un caso aislado lo cual me hizo suponer que había además de un agringamiento enfermizo, un brote de enfermedad mental colectiva. En todo caso ¡Qué huevos tiene la gente y que escasísimo sentido del ridículo! A la mierda con su espíritu christmas made in china. Lo más más pior: también hay versión halloween con cuernitos y colita de diablo.
2.La Condesa: Dioooos, qué cosa más insufrible. Qué hacinamiento de olores a ajo, a café, a perfumes de imitación y a cigarro. ¿Qué fue de la Condesa de hace once, doce años por la que se podía caminar sin pisar cucarachas? Entonces el Soho era una tienda de discos usados y no una boutique pretendidamente fashion, había espacio entre restaurante y restaurante y no este hacinamiento que más bien parece las quesadillas de Tres Marías. Además no te robaban los espejos del coche y los valet parking si existían, no se habían convertido en la mafia que ahora son. Ya van dos nativos de la Condesa que huyen de la tierra que los vio nacer por puro hartazgo... me cae que los comprendo.
3. El piiiinche tráfico: Sí, ya, este lleva años y el tránsito siempre ha sido pesado pero con tantas reparaciones, arreglos y obras, está de la fregada. Resulta que lo que antes me parecía "cerca" ahora me queda a horas de distancia. Pero no sólo es el tráfico sino la gente quejándose del tráfico. Es el inicio de toda conversación, la excusa de cualquier impuntualidad, el pretexto para echarle mierda al gobierno del DF, el generador de miles de dolores de cabeza y el motivo de que mi averiado sentido de la orientación me llevara a los lugares más recónditos de la ciudad.
4. Los inflables navideños: Otra queja de temporada decembirna. Por mis rumbos todo el mundo se cree gringo y fue a comprar al WalMart o a no sé dónde diablos un montón de basura alusiva. Ya no se trata de poner campanitas de cartón en las ventanas o foquitos en la fachada, ahora se llevan enormes carrouseles luminosos, muñecos de nieve en el techo, Santa Clauses suicidas emulando que entran por una falsa chimenea, renos con cara de perro, etc. Otro derroche de mal gusto pero a domicilio. Estuve tentada a organizar un comando armado para desinflarlos, pero por todos es conocida mi mala puntería... en fin.
5. Coyoacán: Si ya no se puede contar con la Condesa, menos con Coyoacán. La plaza está levantada y los ayer artesanos que acomodaban con gracia sus productos alrededor de la fuente, hoy se han vuelto filiales de fayuca china apelmazados uno sobre otro frente a la Iglesia. La librería de "El Parnaso" es una verdadera desgracia: además de cuatro libros clásicos en ediciones baratas de muy dudosas traducciones, el resto son libros de autoayuda o novedades superfluas. Me hubiera gustado echarle un ojo al Hijo del Cuervo por pura nostalgia, pero mejor me quedo con mis recuerdos adolescentes.
Aún así, adoro mi ciudad y mi chilanguez. La contaminación no me hace ni cosquillas, es más, me ahuyenta las alergias. La altura no me afecta, al contrario, me pone más alerta. Pero tenía que quejarme, para recordar que hay cosas que odio y tenerlas presentes a ver si se se me baja un poco la morriña. Lo bueno, me lo quedo dentro, porque si lo escribo se me hace eterna la distancia.
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