Boogie
De panza sobre la cama, con la misma cabecera de fondo (mimbre y madera), tal y como hago ahora, leía a Boogie el Aceitoso cuando era una niña.
Confieso que algunas veces no lo entendía y que me sobresaltaba cuando volaba los sesos blanco y negro de algún otro personaje.
Boogie, matón eficiente, alternaba mis lecturas de cuentitos aptos para mi edad con las hojeadas furtivas a la última hoja de la Proceso (revista que nació el mismo día que yo), esa que me abrió los ojos a la violencia y a la ironía.
Descanse en paz, Fontanarrosa.
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