martes, julio 03, 2007

Ausencias cruzadas

La última vez que lo vi tenía los ojos de vidrio -yo- y la mirada de vidrio -él- y no prometimos nada porque nada había y el avión salió puntual.
Después pensé que de todas las mentiras que me habían regalado, aquellas eran las mejor arregladas, las más perfumadas, las mejor dispuestas. De tan buena calidad el plástico que juré que eran de verdad. A todos nos ha pasado sufrir la desilusión de las hojas en algún consultorio médico o en cierto hotel de media estrella.
Hoy veo que el tacto al final nunca engaña, que las medias estrellas siempre son noches completas y la ciencia ha avanzado tanto que las flores artificiales producen emociones naturales.

La última vez que la vi, sólo aprecié su barbilla que vista desde cierto ángulo podía parecer prominente. En realidad resultó que la alegría de sus ojos resultaba incompatible con mi tristeza y prefería acomodarse en la curva de la imperfección.
Después pensé que de todos los límites que me habían marcado, aquel resultó el más sutil. Aprendí que así lo hacen las mujeres interesantes frente al enemigo pequeño: ofrecen terrones de azúcar con el veneno justo para matar, delicadamente, las perversas intenciones.
Hoy veo que lo único incompatible con las alegrías y las tristezas resultó ser el fantasma que nos invocó para que jugaramos a invocarlo. Por si las dudas, y desde entonces, no endulzo mi café ni atribuyo las cojeras de la mesa a ningún tipo de ánima.

La última vez que te vi, fue de espaldas. De entre todas las espaldas del mundo la tuya era la mejor pared. Doblé en la esquina para no toparme con tu cara y debe ser por eso que ahora te recuerdo borroso, como testigo protegido de programa de televisión.
Después pensé que de todos los engaños el tuyo fue el menos dulce. Que me abalancé sobre los huesos de un pollo descartado en el festín de las mujeres interesantes .
Hoy veo que tu espalda sigue siendo una columna de 360 grados en torno a la cual giraron una mujer interesante, un hombre esperando un avión, el cadáver de un pollo y una guirnalda de plástico que alguien quitará cuando se termine la temporada de cosechar ficciones.

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