Patologías domésticas
Y me digo a mí misma: “Cuando tengas ganas de escribir, escribe… aunque en ello se te vayan los minutos destinados a vaciar los botes de basura. Sólo así (escribiendo) podremos seguir juntando montoncitos de mierda, restos de ayer, tufos de mandarina sobre las mesas de madera”
Hoy tengo poca cosa que contar. Las anécdotas se fueron a pasear al río y ya no me azoto contra cactus de algodón. Hasta para sufrir he sido comodona y me he buscado pretextos que no me arañen demasiado la epidermis. Me gustaba sufrir como diva venida a menos y me fabricaba historias que se me salían de la manga para entrar por el cuello. Ahora mi mayor pecado es olvidar regar las plantas del balcón. Mi malicia nace y muere en el home sweet home. La felicidad se come con cucharita de postre… será por eso que todavía no me empacho.
Estoy tratando de dejar de fumar aunque ya no cante ni en la regadera. Pero cuando quiero escribir, fumo. Si dejara el cigarro de una vez por todas ¿Cuándo quiera fumar escribiré o cuando quiera escribir escribiré? Y lo más importante: ¿Cuándo voy a cantar (victoria)?
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