Desvaríos desde el aula de informática
Hoy me porté mal en clase y rayé la banca con el bolígrafo. Me reí de la maestra, me senté en la última banca y hablé mucho. "Parece mentira, gordis, que a tu edad..." Este es un susurro de mi crujiente rodilla sobre la que un día un caballo se cayó. Desde entonces la rodilla habla y cruje y a partir de ella la madurez se me irá enraizando hasta dejarme en la primera fila del salón y asintiendo con la cabeza a todo lo que diga el maestro en turno.
Dejé la lectura en casa porque volví a salir corriendo y con el pelo chorreando, como antaño pero con menos pelo y menos velocidad. Y por eso, en vez de leer a Levi Strauss estoy divagando en este sitio en donde la antropología aniquila lentamente mi ya de por sí jodida poesía.
Pero además de reír, aquí la gente se porta muy bien y es muy comprensiva. Por eso mi arenga grillera no tendrá éxito, ni desafiaremos al sistema hegemónico de los profesores porque mis compañeritos son más jóvenes que yo y Marx apenas les suena.
La protesta porque nos quieren vincular la credencial escolar a una institución bancaria apenas se deja ver en un papelito pálido, que te invita a desvincularte y a pedir (¿exigir?) que te den una credencial diferente. Creo que la UNAM me hizo mucho daño, o que la rodilla no susurra aún lo suficiente, o que el primer mundismo no va conmigo, o que debería dejar de salir de casa con el pelo chorreando y un calcetín de cada color.
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