12 minutos (menos dos que me tomo para darle send)
Tengo exactamente 12 minutos para postear cualquier cosa antes de que se le acabe la batería a mi Lap. Aunque son doce minutos de chicle estiraaaables, estiraaaables; digamos que la goma de mi cerebro es proporcionalmente más densa que el tiempo del reloj Dalí que se escurre.
Me puse la verde con la Sub 17 y ese campeonato que me llena de un orgullo prestado que no siento ni tantito. Pero como oí vitorear los tres goles y ví a dos tres delanteros bostezar mientras Fox se los choreaba, tuve que adherirme a su causa.
De causas ajenas estoy laxándome. Llevo días viviendo nomás que para mí. Mañana planeo meterme a bañar a la una de la tarde, ver si tengo ganas de ir por el pececito a la escuela -aunque se lo prometí-, comer frugalmente en tres tiempos que me sirven a la mesa y dirigirme a Tlaxcala a la mudanza.
Y tengo que entender que no soy un caracol. Que debo dejar una falda de mezclilla y envuelto en ella un pedazote de recuerdos. Eso de viajar ligero se los dejo a loa hare krishnas. Yo viajo pesado, necesito andamios firmes que me soporten para construir nuevos castillos en el aire con los planos de los castillos abortados.
Dice el icono de la pila, que me quedan 7 minutos menos los dos para el send y uno de protección porque me he vuelto muy desconfiada. Mi cerebro es un depósito de chatarra. De no ser por esta obligación de escritura automática, quizá no hubiera vuelto a postear.
Pero debo un par de cosas:
Un explicación.
Una despedida.
O quizá no debo más que ahuecar el ala y terminar de largarme de una vez por todas. Hoy a dormir, mañana a guardar recuerdos en cajitas de detergente Roma o de huevo Bachoco.
Chau y besos (secos como mi boquita de cartón).
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