Las primeras veces pensé que era casualidad pero cuando el fenómeno empezó a repetirse una y otra vez, tuve que ponerlo a prueba. La primera comprobación cualitativa contundente fue que cuando venía con alguna amiga, a ella no le ocurría pero a mí sí.
La cuestión resulta innegable: les gusto a los ancianos y les gusto mucho. No estoy hablando de hombres maduros, estoy hablando de señores con muchos años a sus espaldas.
Una vez comprobado el fenómeno -también estadísticamente pues resulta que de cada diez hombres que me dicen algo en la calle, siete corresponden a este grupo etario- me puse a elaborar las siguientes hipótesis:
a)Ante la carencia vivida en la posguerra española, les llama la atención mi abundancia (hipótesis histórica).
b)Debido a su avanzada edad, los cánones de belleza están mucho más cerca de una figura como la mía (hipótesis estética).
c)Como ya no tienen nada que perder, se lanzan a lo que sea (hipótesis generalista que ha sido desechada ante la evidencia empírica mencionada en la primera comprobación cualitativa).
d) Los niños y los ancianos siempre dicen la verdad (hipótesis egocéntrica).
Entre los hombres mayores hay de todo como en botica (¿será poco acertada en este caso la frase hecha?), así que me han invitado a comer, a tomar un café, uno me dijo frente a un aparador que él me compraba los zapatos que yo quisiera, otros me han dicho guarradas y otros más educados me han echado piropos de esos en desuso, con su dosis de poesía popular y su ligero toque de pimienta. Yo, fiel a mis costumbres, me pongo como un tomate y entonces se cumple por un instante la magia de la dama sonrojada y el caballero galante. Y depende del humor que yo lleve puesto ese día y de lo que me diga el abuelo de turno, me enfado mucho, no le doy importancia, o me siento como una actriz del neorrealismo italiano. Cuando sucede esto último me dan ganas de dejarme el flequillo tal y como lo tengo cuando no me empeño en alisarlo: con ese rulo que cae por la frente a lo Silvana Mangano. Entonces siento nostalgia de mí misma, de esa mujer antigua que nació tarde y por eso encontró a su público al borde de la extinción.
3 comentarios:
Qué te diré... a mi me pasa lo contrario, son los pendejitos! El viernes un canadiense de 11 años se me acercó y me dio un beso en la mano, si hubiera sido gringo, ni me alza a ver! El caso es que bue! yo me sentí de 12 años y me despedí con un "bye Spencer!" Debe ser la abundancia, no hay duda
Podemos agregarle un sentido cuantitativo?
Súmame a la muestra y ya que planteas tus hipótesis quiero decirte que debe ser lo último, naciste a destiempo o eso me pasó a mi, egocéntrica que soy.
Un beso.
Re bonito! A mi me ha pasado lo de los ancianos, pero después vi que en general, es un poco rara la gente a la que le gusto, un poco en desuso. En fin, tal vez simplemente los que tienen las pelotas para decir lo que piensan/sienten son por lo general (7 de cada 10), de edad más avanzada. Un abrazo como siempre, desde el Bajío que se derrite de calor.
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