El otro día con una amiga (saludos comadre ¿ve cómo todo es susceptible de aparecer en este blog?), escenificábamos los diálogos clásicos de la clase media mexicana, jodida y pretenciosa, con respecto al servicio doméstico mientras tomábamos un cafecito con el meñique levantado y nos burlábamos de la chaquetez de la seudo burguesía nacional.
“La mía –decíamos- me robó mis medias y todo lo hace mal” y así, íbamos repitiendo con voz de señorona esos tópicos que más de una vez escuché aquí y allá y muchísimas veces más cerca de lo que hubiera querido. Esa maldita herencia colonial hace que se conciba a las mujeres de la limpieza como esclavas y como si su trabajo no fuera lo suficientemente importante porque si de verdad no lo es ¿tan enferma es esa misma clase media para permitirse el lujo de pagar a alguien sólo para ejercer una cuota de poder doméstico sobre alguien que está en clara desventaja? A veces sospecho que sí. Términos como "igualada" "gata" "chacha" "naca" "india" son marcadores sociales que refuerzan un estatus a costa de la denigración del otro y por lo tanto invalidan también a quien degrada, pues a falta de argumentos sostiene una falsa posición basada en el abuso.
Lo mejor viene cuando la chica decide irse como cualquier ser humano tiene derecho a largarse de cualquier trabajo, confieso que me río cuando he visto llorar amargamente a algunas amigas y por el Facebook se piden las unas a las otras que le diga a la prima de la hermana de “la suya” que si todavía está libre. "Se fue como las chachas" dicen, lo cual me parece de lo más normal ¿o acaso firmaron un contrato que tenían que rescindir? ¿Existía una compensación por renuncia voluntaria? ¿Tenían que recoger sus AFORES? ¿En serio creían que darles ropa usada es una prestación por ley?
Debo reconocer que yo pertenezco a esa clase media arribista y superficial que siempre, pero siempre tuvo en su casa a alguien que le tendiera la cama, le lavara la ropa y le tuviera la comidita lista y a la hora. También debo reconocer que muchas veces menté madres cuando me echaron a perder alguna blusa o cuando no aparecían un lunes. Sí, soy digna hija de mis circunstancias y mi lucha por dominar la escoba (no para volar, eso ya lo sé hacer bien) me costó lágrimas por eso ahora valoro este servicio no en lo que cuesta sino en lo que vale.
Cuando me fui a vivir sola, me pude permitir el lujo de seguir teniendo a alguien que me ayudara, la única diferencia es que procuré cambiar un poco el esquema. Para empezar, no regateé el precio ya que es un trabajo que a mí no me gusta hacer, que no sé hacer bien (tengo una propensión genética al desorden) y para el que de verdad tenía poquísimo tiempo. Para continuar, le pedí que fuera ella quien propusiera los horarios y los días porque entiendo que una mujer con tres hijos tiene muchas cosas más que hacer en su vida que limpiarle la casa a otra persona. Por último, le permití acudir con sus hijos pequeños siempre que ella quisiera y le ofrecí vacaciones pagadas. No estoy diciendo que qué buena onda soy, en lo absoluto. Lo correcto hubiera sido establecer un contrato de trabajo digno y afiliado a la seguridad social y remunerarle el trabajo como un servicio técnico que debería estar estipulado.
Ahora que vivo en un país con ínfulas de primer mundo, las cosas cambian. Primero, el servicio doméstico es mucho mejor valorado y mucho mejor pagado. Segundo, en la ley existe la figura de empleada doméstica y tú te puedes dar de alta como trabajadora autónoma dedicada a esto. Aunque claro, no todo
no todo es miel sobre hojuelas y como siempre, viene la horrenda parte de mujeres ejerciendo poder sobre otras mujeres: ahora son (somos) las mujeres que vienen de fuera quienes llevan a cabo estas tareas. Con la crisis, han abaratado los costes porque el primer colectivo afectado es el de los inmigrantes. Antes, la cuestión del servicio doméstico se limitaba más a clases sociales altas, ahora, la mujer trabajadora/ oficinista tiene que echar mano de otra mujer subempleada para poder hacer frente de su doble jornada. Por último, sufre la triple discriminación: migrante, pobre y mujer.
El asunto no pasa por dejar de emplear a estas mujeres o no, sino por dos cosas: una, valorar el trabajo que realizan tanto en el aspecto económico como en el legal y en el social y verlo como un trabajo más aboliendo la condición de "servidumbre" y estipulando claramente sus tareas y sus derechos. Otra cosa y la más importante: una mujer que explota a otra mujer se convierte en cómplice del machismo y hace mayor la asimetría entre los géneros. Quizá muchas mujeres no necesitarían recurrir a otras en los términos en que se suelen dar estas relaciones viciadas en casi toda América Latina, si existiera un equilibrio en la repartición de las tareas domésticas entre hombres y mujeres, pero desgraciadamente en México seguimos reproduciendo a zánganos y abejas reinas. Unos huevones y las otras mandonas.
3 comentarios:
Me encantó tu post y me identifico mucho con ciertas cosas que dices: yo también tiendo escandalosamente al desorden, desde que vivo sola tengo muchos problemas con mi manera de hacer el quehacer y quiero dominar el arte de la escoba. Eso si: nunca de los nuncas ha existido en casa de mis padres una empleada doméstica por eso del comunismo autosustentable de mi papá. Y ahora que lo pienso, casi ninguno de los amigos de mi padre a cuyas casas iba de niña tenía servicio doméstico: supongo habrán sido casas intelectualosas, rojillas y -muy a su manera- igualitarias (del lado materno si había historias de servidumbre, pero los veíamos menos). Supongo que aprendí todo lo que se sobre las "chachas" de la bendita televisión mexicana...
Un besote, n.
Chabelita,la nana de todos mis hermanos menores. Pompeya,Reyes,Nati,Severiana y otros nombres que se me escapan,fueron el apoyo para atender a la tropa de 11 hermanos y uno que otro primo,que se abonaba en la casa por varios años; creo que casi siempre recibieron un trato digno y no recuerdo,de mis padres o hermanos, maltrato alguno asi ellas,pero no se trata deautojustificarme,quiero
rendirles a todas ellas un gran reconocimiento por su trabajo y dedicaciòn,sin ellas sin su presencia en la casa no hubiera funcionado casi nada.
Que vivan las Chachas y que sean reconocida y bien tratadas en todos lados,amen.
el tio
Me gusta lo que dices y como lo dices. De niño tuvieron lavandera en la casa de mis abuelos, una señora llamada Pachita y estuvo en la familia hasta su muerte. Pensaba que los dinosaurios aventaban fuego y azotaba los calcetines con furia, después de remojarlos con Zote. Mi abuela le daba dinero extra en navidad, pero trabajo la pobre hasta que ya no pudo más.
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