Noviembre es este mes en el que los buenos propósitos son náufragos oficiales, en el que las reconciliaciones tendrán que esperar a un nuevo año como si supieran de otoños, en el que los ojos se habitúan a andar a rastras por las habitaciones.
Noviembre es un mes que se esconde detrás de las puertas para fallar siempre que intenta sorprender.
Y ahí voy yo y nazco justo en este mes marchito y resignado. Después no me pregunten por qué mi risa es como un crujido de hojas secas y por qué vivo acunando una derrota permanente.
La culpa es de este noviembre que llevo inoculado.
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