Si, por ejemplo, logro prolongar la despedida, sentiré que no te has ido al menos durante las horas en que tomas el baño y haces tu maleta. Si te doy un frasco incómodo gozaré cada minuto que tardas en envolverlo.
Y si te vas, me viene de golpe todo octubre... ya viste tú lo que es octubre. Este mes mezcla de frío y calor, de trabajo y ocio, de gozo y atropello, de risas y melancolía, de un "¿queeeé?" que se prolonga hasta la vez que volvamos a vernos y toda mi pregunta se condense en el paréntesis de tantos meses sostenidos.
Me gusta que vengas.
No me gusta que te vayas.
Me gusta ver que sigues igual (si acaso un poco más jamona)... no me gusta que me dejes con una serie de días igualitos.
Me gusta que estés.
No me gusta preguntarme si vale la pena que no estés, que no estén.
Me gusta pensar que iré, pero me gustaría saber cuando y yo no sé si volverás porque nunca dices si sí o si no. Parece que todo te da igual cuando no todo es lo mismo.
¿O sí?
Quizá sí y yo me abstraigo buscando matices en el blanco. Ya ves que me gusta perder el tiempo viajando entre la nada. Ya ves que juego a que tengo un planeta propio en el que tú vives aunque no pueda verte.
Y mañana todo será igual que en septiembre, pero con la salvedad de que ya es octubre... y octubre es un mes de mierda y sin ti, peor. Mucho peor.
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