Es decir, a mi blog y a mí.
Pocas cosas me han durado seis años: algunos amigos, un par de aretes y ninguna relación.
Este blog hoy cumple seis años y creo que si no lo he perdido es porque físicamente no existe, por eso no lo he olvidado sobre el techo del coche, no ha muerto a manos de mi fetichismo o no se ha ido sin querer a la basura. Es un buen compañero, sólo tengo que alimentarlo cada vez que me acuerdo (por eso tampoco me duraron las mascotas) o cada vez que algo me está bullendo en la cabeza.
A diferencia de muchos otros proyectos personales inconclusos, este blog persiste gracias a su falta de consistencia y de ambición pero a su exceso de ingenio y de egolotría.
La verdad, su vida no ha sido ningún mérito. Salvo alguna que otra amenaza de dar al traste con él -varias veces he estado punto de pulsar el botón rojo- o algún intento fallido de intelectualizar su vulgar contenido; el resto del tiempo se nos ha pasado en un plácido paseo sobre mis dichas y mis desdichas. Hace tiempo la gente vaticinaba que los blogs personales se irían a pique pero esta lancha, aunque a veces hace aguas, los desmiente mientras ve hundirse a los Titanics de la pretensión (aquí iba una risa teatral... pero too much)
Agradezco muchísimo a todos los que se han pasado por aquí. Los de antes, los de no tan antes y los de ahora y si no lloro es porque se me corre el rimmel.
Y como seis años ya suenan respetables, este año el "happy birthday" corre a cargo del grupo más famoso sobre la faz de la tierra.
¡Me autofelicito y me autoabrazo!
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