Flashazos de una boda (con paréntesis al rescate de mis acotaciones superfluas)
A pesar de mi alergia al BBQ (Bodas, bautizos y quinceaños), completé la trilogía y me casé.
Sí, me casé.
Suena fuerte, pero lo hice.
Y ya que lo hice, pues lo hice como se me pegó la gana. Ni por la iglesia, ni de blanco, ni aventé ramo, ni traía liga. Lo que sí traía eran 42 pasadores en el pelo. Menos mal que pedí un peinado sencillo y que no tuve que pasar por ningún detector de metales.
Algo azul: el vestido. Algo nuevo: los aretes. Algo prestado: Nadie se arriesgó a prestarme nada porque saben que todo lo pierdo.
Después de salir del juzgado todo empezó a pasar muy rápido. Dicen que las novias no comen nada en las bodas. Pero después de varios días a dieta (con nulos resultados, dado que necesitaba en realidad varios meses) casi me zampo hasta al mesero, pero me controlé por respeto a mi marido (qué palabra: "m-a-r-i-d-o"), también me bebí hasta el agua de los floreros.
Y terminé berreando en mi antro favorito (me recuerda mucho a Rock Stock, sobre todo por la música) con mi vestido de Space Odity (confieso que quería algo más hippie pero al final terminó en algo intergaláctico)
Sweet dreams are made of thiiiiiiis y supongo que de eso están hechos los sueños (también son de aire, pero esos no cuentan): de una mezcla de cosas que juras que no harías jamás pero que cobran sentido en función de algo que se llama amor.
Una vez curada la resaca nos fuimos a Cadaqués (uno de mis lugares favoritos) a querernos mucho frente a una luna naranja y gorda que se mojaba la panza en el mar.
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