Pensar lo importante
Cuando uno está frente a una situación importante, no piensa en lo "importante". Eso sólo pasa en las películas. Por ejemplo, cuando murió mi abuelo, yo no pensaba en mi abuelo muerto sino en la terrible oportunidad de que la noticia me encontrara justo dentro de la primera borrachera de mi vida, un domingo de mayo, llegando de una fiesta de quince años.
Por eso yo sólo pensaba que esos mosaicos se parecen a la sopa de calabaza que hace Vivis. Una gran olla de sopa de calabaza esparcida por toda la pared, paradójicamente más fría de lo normal.
-Es por los virus -me dijo el urugasho- que aquí abajo es más frío que allá arriba.
Dejé de pensar en la olla de sopa cuando tuve que mirar al techo. Lo miré y, aunque no me acuerdo, supongo que era blanco y estiré el brazo.
Después me dijeron que pensara en lo que más me gustara. No pensé ya en la sopa. Traté de pensar en algo bucólico y pensé en la ventana de mi casa de Tlaxcala. O eso quería imaginar pero al final terminé pensando en la imagen de la Malinche nevada como si fuera una postal. O sea, al final, pensé en un cartón con mala impresión en offset.
Luego desperté frente a un letrero que decía RELAX.
Lo primero que pensé fue que no debí pensar en una postal sino en la imagen verdadera. Con el árbol que cubría una parte, con la imperfección precisa de un pedazo de autopista metido en el paisaje. ¿Por qué me dicen que piense en algo bonito y pienso en una jodida postal? Me enojé conmigo por pensar cosas tan pinches.
Después me di cuenta que todo estaba bien y entonces empecé a pensar en lo que se suponía que era importante. Pero eso ya fue un pensamiento más fabricado, más obligado.
La verdad, lo importante no es lo que importa.
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