miércoles, julio 14, 2004

Armando pescados
No sé cuantas mojarras se metieron a nadar a un mar de aceite y varias perdieron sus cabezas. Dice Arcelia que primero hay que armarlas y después comerlas. A Claudia no le corresponde la cabeza con el cuerpo. No, no me refiero a su pescado sino a ella misma porque su cuerpo le grita unas cosas y su cabeza le dicta otras y así mismo estamos todos. Yo misma he decidido ser una eficiente secretaria y tomar únicamente el dictado de mi cabeza. Esto es lo que me conviene y listo y así se lo hago saber también al cuerpo.
Una vez armado el pescado, viene el tema de las espinas. Yo preferí meterme una cantidad considerable de espinas para que se me atoraran las palabras. Eso, más vale no decir nada en donde todo está dicho. Incluso me construí un cerco con el esqueleto para no salir, para tener mi propia jaula con barrotes juntitos y no poder asomar ni las manos. No hablar, no tocar. Si acaso cantar como sirena que para eso ponen rocolas en las cantinas. Ahí yo, sirena cola de lechuga cantando y cantando, nadando en un mar de cerveza y buscando arrecifes de limones.
Para concluir, hay que voltear el pescado y picarle el ojo. No soporto que me mire mi propia comida mientras doy cuenta de ella. Tampoco soporto que me miren cuando lloro, pero a veces no puedo evitarlo. Tampoco puedo evitar las ganas de picarles los ojos a dos, tres, que andan por ahí y me miran llorar.

No hay comentarios.: