Estaba ocupada escribiendo un cuento y de pronto no sé cómo me di cuenta de lo mal que plagiaste a Enrique Lihn en aquel trocito de papel que no sé ya ni dónde quedó. Me sorprende que ahora me dirija a ti como si fueras un interlocutor habitual de mi consciencia cuando pasan muchos días en tropel sin que ni siquiera me acuerde de tu nombre.
Qué mal plagiaste a Lihn, pienso diez años después a propósito de unas lecturas sueltas, y qué bien me hizo la ignorancia de no saber que el poema original decía "dolor" en donde tú habías escrito "amor". Yo pensé que eras poeta pero más bien eras un canalla cuya cabeza de bovinos ojos ahora se exhibe en un muro de facebook como digo trofeo de caza. Me imagino que la persecución se dio de la sala al baño pues al final todo quedó circunscrito a tu ámbito doméstico.
Yo también estoy cada día más bovina. Intenté remedar los colores de antes en mi cabeza pero ya no soy la joven graciosa de pelo rojo y chicle verde sino una especie de mujer/señora que compara precios en el supermercado y regresa a su casa a seguir subrayando fotocopias mientras busca una cita a pie de página que calce bien con los textos. Yo no puedo cambiar "dolor" por "amor" sin poner la bibliografía según el modelo Harvard-APA.
"Qué tiene que ver el amor con el amor" te atreviste a tergiversar y la pregunta me quedó dando vueltas como dos o tres meses hasta que pasaron todas esas cosas que ya sabes y de las que tampoco queda ni la más mínima huella. El problema es que yo tengo muy buena memoria pero muy malos reflejos y apenas me vengo a dar cuenta que nada tiene que ver con nada. Es solo que estaba escribiendo y pensé que a ella le habían visto la cara. Así, en tercera persona, pues yo tampoco tengo nada que ver con esta historia tan lejana y tan pulcramente coreografiada. ¿Qué tiene que ver el amor con la actuación? Todo, marinero, todo.
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