viernes, diciembre 25, 2009
Adiós abuelita
Me siento como una niña pequeña que la sueltan de la mano en un lugar desconocido. Se ha ido la mujer que convertía al número 2 en un patito, que me peinaba con limón, que me contaba el cuento de "mesita componte", que hacía gorditas de nata, que jugaba a las manitas calientes, que me daba miel con limón para curarme la garganta, que me hacía muñecas para recortar y me regalaba lápices de colores, que cocinaba los mejores frijoles refritos del mundo, que me arrullaba para dormir, que usaba palabras como "consorte" y "gendarme", que tenía una caligrafía impecable, que hizo labor de voluntariado hasta los 90 años, que se compadecía de los "viejitos" como si ella fuese inmortal, que oía lo que le convenía y lo demás lo dejaba pasar, que tenía un humor negro, ácido, fino y delicioso, que en los restaurantes pedía helado de plato fuerte y un pastel de postre, que se reía de la muerte propia y de la ajena, que me saludaba por la cámara web y me decía que yo cada día estaba más guapa y ella más vieja, que me dejó para esta navidad un regalo hermoso lleno de recuerdos como si supiera que me estaba entregando la más dulce de las despedidas.
Se ha ido la mujer que me ha dado la lección de fortaleza más grande y que no dejó de luchar hasta el último minuto. Si tan sólo me heredara un poquito de esa fuerza y de ese "optimismo negro", me daría por muy satisfecha. Por ahora me consuelo con saber que por fin descansa.
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