Santa Semana
Ajena a las costumbres, veo pasar las procesiones de vacacionistas que se esmeran en hacinarse con místico fervor. Y sí, entre las vocales repta mi envidia porque a veces, sobre todo cuando sé que no podré hacerlo, me gusta participar de las grandes tradiciones, de los gestos multitudinarios, de las hordas en trajes chillones que pasean por las playas.
Cada quién su cruz y la mía no es precisamente ergodinámica pero al menos está hueca.
Otra semanita de autolatigazos. Nada para alarmarse. Lo de cada lunes, sea lunes santo o lunes hereje. Lo de cada lunes y su desparramamiento de buenas intenciones absorbidas por un montón de estiércol. Lo de cada lunes haciendo del vicio el círculo más estrecho que nunca.
Sirva este mensaje para dar por concluida la condena. Voy al revés. Esta semana me voy a carnavalizar hasta agotarme. No sé cómo ni con qué dinero. No sé con quién ni si hay motivo. Nomás porque justo se abrió el cielo y decidí que era hora de parar de sufrir. Pero no por optimismo. Nomás por joder.
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