Mamotretos infumables desde el otra vez Insomnio(disculpe usted la tortura)
Por más que intento hacer de esta vida un remedo de decencia y de normalidad, la noche insiste en tenerme de espectadora.
Todos los resortes del odiado colchón me expulsan. Voy al baño. No tengo ganas de mear pero ya que estoy aquí, me lavo las manos con el jabón que huele a señora sesentona de vestido floreado. Intento quitarme el olor jugando con el agua. Sale un chorro que me moja el camisón.
Antes de no dormir, terminé "Kafka en la Orilla" de Murakami y se me dibujó un signo de interrogación a quince centímetros de mi cabeza. El signo acabó por reventar a la nube y me llovió una imagen de etiquetas con la palabra Why? (sí, así tal cual, en inglés y creo que la impresión estaría hecha con un Arial 16) 4 x 5= 20 etiquetas blancas alineadas como aquellas para marcar los cuadernos. Cuando estaba en este absurdo de las etiquetas, pensé que ya estaba en la fase de vigilia en que las grandes pendejadas parecen ideas geniales. Supuse que vendrían dos o tres pensamientos absurdos y me dormiría.
Pues no.
Me dediqué a ponerle la etiqueta de "Why?" a los momentos más "Why?" de mi existencia.
Una vez agotadas las veinte etiquetas, me detuve en una escena etiquetada en la que, si los recuerdos hacen bizco había una cama, y si los ojos se separan había dos camas. Creo que eran dos y hacía calor. No sé. Diez años dan para destejer y tejer cuantas veces haga falta.
Cuando no puedo dormir siempre le hago un rewind a la vida.
Está muy spanglish este post... yo no sé a qué vienen estos insomnios bilingües.
Hazte para allá.
Me gustaría tener una cama para mí solita. Una cama que estuviera siempre fresca aunque yo dé más vueltas que el demonio de Tazmania. Una cama para dormir de noche.
Debería elegir una profesión nocturna pero entre las opciones sólo me seduce la de cantante de bar. Alguna vez quise ser poeta maldito (sí, maldito) pero ya está muy gastada esa categoría, casi tanto como la de aquellos que se creen Bukowski porque toman alcohol barato y escriben sobre putas. También quise ser Batman, pero los trajes ceñidos no me sientan bien y odio a los jovenes tipo Robin. Debe ser por eso que Kafka Tamura no acabó de caerme bien durante todo el libro. Jamás pude empatizar con él. No sé si el libro me gustó o no. Durante la lectura sí pero el resultado final no sé. Justo lo contrario que me pasó con 2046, que durante la película no sabía si me iba gustando pero cuando acabó me pareció genial, aunque no tanto como "Deseando amar"
Son extraños los orientales.
Quizá es que tengo horario oriental por ver películas orientales, leer libros orientales, comer sushi, tener un despertador comprado en el "Todo a cien" y vivir cerca del barrio chino. Ahora mismo en Tokyo son las doce del día. A las doce del día de aquí yo estaré con unas ojeras para incubar canguros.
Voy a intentar dormir. Se ha secado ya el camisón. Si no puedo, empezaré con Houllebecq.
Buenos días y buena suerte.
domingo, agosto 31, 2008
jueves, agosto 28, 2008
Humor rata
De pronto todo se ha puesto negro. No de la gama que tanto me gusta: negro terciopelo, negro noche, negro corazón o negro infierno.
No.
Todo se ha puesto de un negro rata con dientes pelones que me deja los recuerdos roídos y amarillos.
Yo tenía que escribir en su momento sobre un dumbo sin orejas, un chino con una maceta, una cubana de alambre y un don quijote con la espada rota. Entonces tenía sentido. Hoy aparecen todos juntos en la nota roja de un periódico meado. No me apetece hablar de ello ni del Chocolate Express descontinuado.
Yo tenía que escribir que eres mi vida y que te quiero mucho, pero lo cierto es que tu optimismo todo terreno me está amargando la existencia. ¿No podemos ver la mierda como mierda y no como estiercol florecedor? ¿No podemos simplemente asumir que el azar, el conformismo y el cansancio juegan un papel fundamental en nuestra vidita cotidiana? Mejor no entremos en detalles porque se me diluye el mapa entre las manos.
Yo tenía tinta suficiente para hacer de la felicidad un moño para decorar esta bomba de tiempo. Yo tenía historias que contar y un montón de gajos de mandarina. Pero hoy sólo tengo un horizonte negro rata, un pelaje de mujer malagradecida, una lengua que dice cada cosa, una cola más larga que mi insomnio y un mal humor tan espeso que se me queda cuajado entre las cejas.
De pronto todo se ha puesto negro. No de la gama que tanto me gusta: negro terciopelo, negro noche, negro corazón o negro infierno.
No.
Todo se ha puesto de un negro rata con dientes pelones que me deja los recuerdos roídos y amarillos.
Yo tenía que escribir en su momento sobre un dumbo sin orejas, un chino con una maceta, una cubana de alambre y un don quijote con la espada rota. Entonces tenía sentido. Hoy aparecen todos juntos en la nota roja de un periódico meado. No me apetece hablar de ello ni del Chocolate Express descontinuado.
Yo tenía que escribir que eres mi vida y que te quiero mucho, pero lo cierto es que tu optimismo todo terreno me está amargando la existencia. ¿No podemos ver la mierda como mierda y no como estiercol florecedor? ¿No podemos simplemente asumir que el azar, el conformismo y el cansancio juegan un papel fundamental en nuestra vidita cotidiana? Mejor no entremos en detalles porque se me diluye el mapa entre las manos.
Yo tenía tinta suficiente para hacer de la felicidad un moño para decorar esta bomba de tiempo. Yo tenía historias que contar y un montón de gajos de mandarina. Pero hoy sólo tengo un horizonte negro rata, un pelaje de mujer malagradecida, una lengua que dice cada cosa, una cola más larga que mi insomnio y un mal humor tan espeso que se me queda cuajado entre las cejas.
martes, agosto 26, 2008
martes, agosto 19, 2008
Sueños del Olimpo
Estaba en pijama viendo las Olimpiadas como si tuviera veintitantos años menos. Estaba en pijama viendo el nado sincronizado como cuando memorizaba los pasos de las nadarinas para repetirlos en mi próximo chapuzón.
Por suerte en ese entonces no había cámaras acuáticas, y por eso no vi, en repetición cuadro por cuadro, como mientras yo juraba que mis piernas se movían rítimicamente, afuera más de uno pensaría "esta niña se está ahogando" o "esta pobre jamás será nadarina".
¿Y qué? yo sabía que era un juego, si me lo hubiera tomado más en serio me hubiera puesto una pinza de ropa en la nariz.
También veía a las gimnastas pero esas sí que no eran ni para jugar. De hecho, las veía poquito, no con envidia, porque ya me había documentado sobre las sórdidas historias de las gimnastas rumanas. Las veía poquito porque me parecían poquita cosa, tan flexibles, tan pequeñas, como pajaritos quebradizos.
Y veía, por supuesto la equitación. La veía pero no con ilusión sino con la certeza infantil de que estaría ahí, sí claro, montada en Don-Din, que no era un caballo imaginario o en Sahira, que era una yegua y no una bicicleta como las de las otras niñas. Si me lo hubiera tomado menos en serio no tendría todavía un par de cicatrices.
Y si no fuera por esas cicatrices (esta pequeñita, justo debajo del labio, la primera) y por los cientos de cuentos que leía juraría que esa niña que recuerdo no soy/era/fui yo. No me encajan en esta vida ni el caballo cepillado y el albardón oliendo a jabón de calabaza, ni las tardes trenzando crines, ni la nece(si)dad de ser grácil y éterea, ni mi pequeño pie mal colocado a medio estribo.
Si me cuadra, en cambio, la tele y la pijama porque ese es otro anclaje, de una vida más o menos miserable, de esta y obviamente no la del porte de aquellos desvaríos sincronizados que se ahogaron en Cuernavaca o de aquellas certezas equinas, que no eran otra cosa que un sueño prestado, que la prolongación de las frustraciones, que la vida que se quiere para otros.
Yo fui una niña que se subió a un caballo apaloosa y no se encontró jamás con su futuro. Suerte la suya y la de su corcel.
Estaba en pijama viendo las Olimpiadas como si tuviera veintitantos años menos. Estaba en pijama viendo el nado sincronizado como cuando memorizaba los pasos de las nadarinas para repetirlos en mi próximo chapuzón.
Por suerte en ese entonces no había cámaras acuáticas, y por eso no vi, en repetición cuadro por cuadro, como mientras yo juraba que mis piernas se movían rítimicamente, afuera más de uno pensaría "esta niña se está ahogando" o "esta pobre jamás será nadarina".
¿Y qué? yo sabía que era un juego, si me lo hubiera tomado más en serio me hubiera puesto una pinza de ropa en la nariz.
También veía a las gimnastas pero esas sí que no eran ni para jugar. De hecho, las veía poquito, no con envidia, porque ya me había documentado sobre las sórdidas historias de las gimnastas rumanas. Las veía poquito porque me parecían poquita cosa, tan flexibles, tan pequeñas, como pajaritos quebradizos.
Y veía, por supuesto la equitación. La veía pero no con ilusión sino con la certeza infantil de que estaría ahí, sí claro, montada en Don-Din, que no era un caballo imaginario o en Sahira, que era una yegua y no una bicicleta como las de las otras niñas. Si me lo hubiera tomado menos en serio no tendría todavía un par de cicatrices.
Y si no fuera por esas cicatrices (esta pequeñita, justo debajo del labio, la primera) y por los cientos de cuentos que leía juraría que esa niña que recuerdo no soy/era/fui yo. No me encajan en esta vida ni el caballo cepillado y el albardón oliendo a jabón de calabaza, ni las tardes trenzando crines, ni la nece(si)dad de ser grácil y éterea, ni mi pequeño pie mal colocado a medio estribo.
Si me cuadra, en cambio, la tele y la pijama porque ese es otro anclaje, de una vida más o menos miserable, de esta y obviamente no la del porte de aquellos desvaríos sincronizados que se ahogaron en Cuernavaca o de aquellas certezas equinas, que no eran otra cosa que un sueño prestado, que la prolongación de las frustraciones, que la vida que se quiere para otros.
Yo fui una niña que se subió a un caballo apaloosa y no se encontró jamás con su futuro. Suerte la suya y la de su corcel.
domingo, agosto 17, 2008
Finito...
Es domingo y por fin me he bajado del carrousel de postales.
Se acabó la road movie y empieza el melodrama de la resaca vacacional.
Hacer lavadoras para quitarle a la ropa el olor a mar y a pueblos lejanos. Polucionar los pulmones. Ordenar la vida, las cuentas, las lecturas, las rutinas. Eliminar un poco del festivo colesterol. Llenarme los oídos del eterno pleito de los vecinos... regresar sobre un pie, a pesar del desequilibrio.
Quizá caiga de cabeza a la olla de recuerdos o, si tengo suerte, probablemente encuentre una (esa) ventana para fugarme.
Es domingo y por fin me he bajado del carrousel de postales.
Se acabó la road movie y empieza el melodrama de la resaca vacacional.
Hacer lavadoras para quitarle a la ropa el olor a mar y a pueblos lejanos. Polucionar los pulmones. Ordenar la vida, las cuentas, las lecturas, las rutinas. Eliminar un poco del festivo colesterol. Llenarme los oídos del eterno pleito de los vecinos... regresar sobre un pie, a pesar del desequilibrio.
Quizá caiga de cabeza a la olla de recuerdos o, si tengo suerte, probablemente encuentre una (esa) ventana para fugarme.
sábado, agosto 09, 2008
Las cronicas tendran que esperar...
Porque este teclado esta muy raro y no se como se ponen los acentos, pero sobre todo porque estoy en esta casita de cuento rodeada por un jardin con todo y enanos.
Mejor es no pensar en nada y alejarse pronto de esta maquina que no combina para nada con el bucolico paisaje.
Au revoir!
Porque este teclado esta muy raro y no se como se ponen los acentos, pero sobre todo porque estoy en esta casita de cuento rodeada por un jardin con todo y enanos.
Mejor es no pensar en nada y alejarse pronto de esta maquina que no combina para nada con el bucolico paisaje.
Au revoir!
lunes, agosto 04, 2008
¡Vacaciones!
Creo que no me emocionaba tanto con las vacaciones desde que salí de sexto de primaria y fuimos a Disneyworld (y qué quieren... es un viaje obligado del clasemedierismo mexicano desilustrado).
Así que me voy, como toda la fauna ibérica, a buscar solaz esparcimiento entre las hordas de turistas.
Ya iré contando cositas para que este blog sirva de algo.
Au revoir!
Creo que no me emocionaba tanto con las vacaciones desde que salí de sexto de primaria y fuimos a Disneyworld (y qué quieren... es un viaje obligado del clasemedierismo mexicano desilustrado).
Así que me voy, como toda la fauna ibérica, a buscar solaz esparcimiento entre las hordas de turistas.
Ya iré contando cositas para que este blog sirva de algo.
Au revoir!
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