Desvaríos frente a una tesis inacabada
Son las seis menos cuarto, quise decir cuarto pa' las seis ¿o cómo era que yo decía cuando apelaba a los relojes que nunca he usado?
Da igual.
Son estas horas bestiales y ya se oye el autobús de los obreros. Me como una paleta helada de piña-coco que termina dándome un asco que transita de lo lácteo o lo ácido. Estos sabores combinados es lo que tienen: un vaivén bastante artificial para las papilas y una reminiscencia bastarda de VTP de cualquier hotel pinche de Acapulco.
Son muchos los mosquitos que han pasado por aquí. Me los mato sobre los lunares con un pulso preciso. Ya no se notan. Hace un calor de los mil demonios. Dicen que allá afuera es verano.
Soy la gárgola de una catedral vuelta chiquero. Libros académicos en torres irregulares amenazan con sepultar a los poemas de Li -Po. Un ejército cancerígeno de colillas han consumido ya todas las municiones inspiratorias.
Y como siempre, todo a última hora, porque me gustan los divagues largos, las emociones fuertes, porque en vez de rematar el último capítulo vengo aquí, a romper las promesas de no venir a mensajear hasta que no acabara la tesis.
Si siempre me he fallado a mí misma ¿esta vez porqué no?
Debe ser que estoy harta de citar a otros y que necesitaba colocar por lo menos dos palabras que no tuvieran que ver con la construcción teórica de no sé qué pendejadas o con la evidencia empírica llena de flacideces asomando por encima del corsé.
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