In Memoriam
Para mis hermanas por cuidarla tanto, para mi mamá por hacer de tripas el corazón más grande que conozco y para la Jilari por hacerlas sonreír, rabiar y demostrar tanta ternura.
Era un cuaderno peludo. El testigo ladrador de mis ires y venires, mis amores y mis desamores, y mis arraigos y desarraigos.
Fue un regalo de consolación, un trueque cariñoso, una cachorra feíta y rara, unas orejitas que se movían por el jardín mientras yo buscaba respuestas al ritmo de sus ladridos. Me fui a buscarlas demasiado lejos y la dejé ahí, donde yo quería estar y no podía. La dejé sin biberón, sin canasta y sin nota. No era un abandono en toda regla, era un buen trato en lo que transcurría cierto tiempo y yo veía si era capaz de cuidarme a mí misma. No lo logré nunca y al final pasó lo que pasa con todo lo que quiero: se alejan o me alejo.
Cierro los ojos y la pienso fingiendo embarazos, haciendo de madre de la chica Superpoderosa verde (alguna vez también "parió" un tribilín) y jugando a amamantarlos hasta que lo logró de tanto desearlo. Sinceramente prefiero imaginarla con el hocico lleno de tierra después de enterrar los chocolates que mi mamá iba a regalar en navidad, o los trozos de pollo robados de la cocina u otros manjares insospechados de los que no hablaremos (ejem, ejem) pues forman parte de un pacto fraternal que no voy a romper.
Le puse Hidra para darle seriedad a sus circunstancias bastardas. Le puse así por herencias inexplicables y cariños retorcidos, porque en ese entonces yo tenía el carácter más fuerte y la necesidad de un protector del calibre de una hidra y no de un Rintitín. El tiempo le dio elegancia y su nombre fue adaptándose a unas dueñas menos anormales: fue la Hidris, la Jili, la Hillary... entre otros rebautizos menos afortunados ymás bizarros.
Y aunque era una guerrera, tenía que irse y mejor que se fuera así: con el rabito arriba y los dientes asomando, con su cabecita buscando la mano que la acariciara y con su hocico tendido en las piernas mientras le dejabas caer un trocito de tu comida. No estuvo solita en su muerte. Estuvo con ella esa niña valiente que le planta cara a todo y que ahora sufre por no tenerla un día más sufriendo.
Yo le debo a esa perra un montón de cosas pero como soy mala pagadora, egoísta, hedonista y no sé jugar a favor de mis afectos, lo único que me queda es ofrecerle la sombra de mi ficus para que descansen sus cenizas. Le acompañan todos sus tesoros escondidos y muchísimo cariño.
Lo mejor que hice por ella fue dejarla en mi casa de verdad junto a las personas que más quiero.
martes, marzo 25, 2008
jueves, marzo 20, 2008
domingo, marzo 16, 2008
Monóalgos de humo I
Esta semana estuve un poco sorda. La anterior también. Yo creo que por eso me caló hondo el gesto del señor teatrero que me miró y movió entre interrogaciones el brazo así: con la mano avanzando sobre la mesa. Quizá con los oídos más prestos hubiera soslayado la mímica o pensado que le estaba pidiendo la cuenta al mesero. Pero he aquí, que no había escapatoria y con los hombros encogidos y mi cara de quien no hizo la tarea dije muy bajito “no” incluso lo dije en un tono más bajo que el que usé cuando dije “sí” en mi boda (lo dije muy bajito y con voz de rata y queda prohibido hacer interpretaciones al respecto).
¿Qué estaba yo diciendo?
Ah… sí, que esta semana estuve un poco sorda y no oía la megafonía del tren y también pensé que mi teléfono no tenía cobertura. Me jode que me pregunten por señas que qué estoy escribiendo (así, con este gerundio de simultaneidad, de habitualidad, de anterioridad) cuando no estoy “escribiendo” nada. Por eso ni me levanté de la silla, porque tengo pretextos pero todos tan inútiles como mi mano derecha. Soy zurda y estuve un poco sorda.
La cuestión es que me di cuenta de lo importante que es el sentido del oído porque tuve que estar bien atenta para ver el panel del tren que no alcanzo a leer desde las escaleras, cambiar el teléfono de oído y sin poder fingir que no veo a la gente.
Resulta que soy zurda y sorda. Y que cuando voy al tren no alcanzo a leer las letras. No sé dónde dejé mis lentes (tampoco sé dónde dejé mi anillo de bodas y queda prohibido hacer interpretaciones al respecto)
¿Qué estaba yo diciendo?
Ah, sí, que estoy un poco ciega y que perdí mis lentes. Deben andar por ahí en alguna bolsa. No es que no vea nada ni que los necesite como a un lazarillo, pero de pronto ya me duele la cabeza y no leo algunos letreros públicos. Soy zurda, sorda y miope. Pero lo que más me jode es que no estoy “escribiendo” nada. Nada desto. De lotro sí. Pero el señor no me preguntaba por escritos delotro sino por escritos desto. Pinche viejo bohemio. Ni me paré de la silla. Toda la tarde me quedé royendo que no estoy escribiendo desto aunque algunas veces lo necesito. Y me puse a deshojar mis gerundios, mientras ellos hablaban de Hendrix y del mítico concierto de Deep Purple.
¿Dónde habré dejado el anillo, carajo?
Esta semana estuve un poco sorda. La anterior también. Yo creo que por eso me caló hondo el gesto del señor teatrero que me miró y movió entre interrogaciones el brazo así: con la mano avanzando sobre la mesa. Quizá con los oídos más prestos hubiera soslayado la mímica o pensado que le estaba pidiendo la cuenta al mesero. Pero he aquí, que no había escapatoria y con los hombros encogidos y mi cara de quien no hizo la tarea dije muy bajito “no” incluso lo dije en un tono más bajo que el que usé cuando dije “sí” en mi boda (lo dije muy bajito y con voz de rata y queda prohibido hacer interpretaciones al respecto).
¿Qué estaba yo diciendo?
Ah… sí, que esta semana estuve un poco sorda y no oía la megafonía del tren y también pensé que mi teléfono no tenía cobertura. Me jode que me pregunten por señas que qué estoy escribiendo (así, con este gerundio de simultaneidad, de habitualidad, de anterioridad) cuando no estoy “escribiendo” nada. Por eso ni me levanté de la silla, porque tengo pretextos pero todos tan inútiles como mi mano derecha. Soy zurda y estuve un poco sorda.
La cuestión es que me di cuenta de lo importante que es el sentido del oído porque tuve que estar bien atenta para ver el panel del tren que no alcanzo a leer desde las escaleras, cambiar el teléfono de oído y sin poder fingir que no veo a la gente.
Resulta que soy zurda y sorda. Y que cuando voy al tren no alcanzo a leer las letras. No sé dónde dejé mis lentes (tampoco sé dónde dejé mi anillo de bodas y queda prohibido hacer interpretaciones al respecto)
¿Qué estaba yo diciendo?
Ah, sí, que estoy un poco ciega y que perdí mis lentes. Deben andar por ahí en alguna bolsa. No es que no vea nada ni que los necesite como a un lazarillo, pero de pronto ya me duele la cabeza y no leo algunos letreros públicos. Soy zurda, sorda y miope. Pero lo que más me jode es que no estoy “escribiendo” nada. Nada desto. De lotro sí. Pero el señor no me preguntaba por escritos delotro sino por escritos desto. Pinche viejo bohemio. Ni me paré de la silla. Toda la tarde me quedé royendo que no estoy escribiendo desto aunque algunas veces lo necesito. Y me puse a deshojar mis gerundios, mientras ellos hablaban de Hendrix y del mítico concierto de Deep Purple.
¿Dónde habré dejado el anillo, carajo?
viernes, marzo 07, 2008
Despierto con angustia en un viernes cualquiera. Y bajo la regadera se me ocurre cantar muy bajito "la gota de rocío" y se me redobla la angustia con la canción pegada entre mis cejas como un post it.
Voy al tren. Media hora de retraso. Y en la cabeza la puta gotita inquisidora me sigue taladrando
"oh gota de rocío... no dejes de caer"
Dejé de cantar hace tiempo. La proximidad con los vecinos me aterra. Me da pavor mi voz mezclada entre los gritos de la anciana de arriba.
Pero tantas gotas de rocío han hecho un charco de recuerdos. Ya no tengo voz, ni guitarra, ni nadie con quien cantar a dos voces la gota de rocío.
Se me ahoga la ansiedad en mi garganta muda.
Voy al tren. Media hora de retraso. Y en la cabeza la puta gotita inquisidora me sigue taladrando
"oh gota de rocío... no dejes de caer"
Dejé de cantar hace tiempo. La proximidad con los vecinos me aterra. Me da pavor mi voz mezclada entre los gritos de la anciana de arriba.
Pero tantas gotas de rocío han hecho un charco de recuerdos. Ya no tengo voz, ni guitarra, ni nadie con quien cantar a dos voces la gota de rocío.
Se me ahoga la ansiedad en mi garganta muda.
sábado, marzo 01, 2008
Libretita tapas negras
Me voy a comprar una libretita Moleskine para inventarme en ella los secretos que ya no tengo.
La asquerosa promiscuidad amorosa de "lo tuyo es mío y lo mío es tuyo" tiene a mi privacidad en estado vegetativo, enchufada a un blog que ni es vida ni es es nada.
Y después de no morir escribiré con un plumón negro de punto fino las cosas que no existen, que no quiero que nadie mire, que empiezan en verdades y terminan en mentiras, que fueron performances de mi extremado lirismo, que nacieron drama y murieron comedia... y entonces me sentaré por ahí en un banco que no tenga Wi-Fi y en donde me ampare un árbol que se ría de mí cuando me levante con las hojas en blanco y la conciencia tranquila.
Me voy a comprar una libretita Moleskine para inventarme en ella los secretos que ya no tengo.
La asquerosa promiscuidad amorosa de "lo tuyo es mío y lo mío es tuyo" tiene a mi privacidad en estado vegetativo, enchufada a un blog que ni es vida ni es es nada.
Y después de no morir escribiré con un plumón negro de punto fino las cosas que no existen, que no quiero que nadie mire, que empiezan en verdades y terminan en mentiras, que fueron performances de mi extremado lirismo, que nacieron drama y murieron comedia... y entonces me sentaré por ahí en un banco que no tenga Wi-Fi y en donde me ampare un árbol que se ría de mí cuando me levante con las hojas en blanco y la conciencia tranquila.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)